En su libro «Ser escultor» nos cuenta Henry Moore: “Cada material tiene sus propias cualidades. Sólo cuando el escultor trabaja directamente, cuando existe entre él y el material una relación activa, puede intervenir el material en la formalización de una idea. La piedra, por ejemplo, es dura, compacta, y no debe desvirtuarse intentando que cobre el aspecto de la carne tierna: no debería forzarse más allá de su estructura formal hasta el punto de debilitarla. Debe respetarse su naturaleza pétrea, su dureza y su tensión.”
El trabajo en el taller se desarrolla comúnmente en soledad. Es durante este tiempo de intimidad creativa, donde se produce esta relación activa con el material que empleamos y de la que nos habla Moore en su texto. Esta idea de diálogo y respeto hacia el material utilizado subyace como eje fundamental, a la hora de concebir las piezas que presento en esta exposición.
Las obras no tienen un carácter narrativo explícito, sino que más bien nacen como fruto de las sensaciones y emociones que me transmite la arcilla antes y después de su cocción. Pretendo dejar patente en ellas las huellas de ese diálogo íntimo con la materia, que surge durante el trabajo en el taller y generar belleza a partir de sus propias cualidades plásticas.
Conceptualmente también me interesa crear una analogía entre lo perfecto y lo imperfecto, para que estos dos conceptos contrarios se complementen y a la vez se transmuten uno en el otro.