La Escuela de Cerámica nos acerca este mes de noviembre a la obra de la escultora Ane Arias.
La colección, que se muestra por primera vez, consta de más de cincuenta piezas, siendo la mayor parte de pasta cerámica.
“… no es que la madera o el metal hayan dejado de interesarme, pero reconsiderar el barro como material definitivo en las nuevas piezas, tenía un aliciente añadido; el hecho de trabajar estos últimos años en una escuela de cerámica, me ha acercado a una gran variedad de arcillas y pastas, algunas desconocidas por mí con anterioridad, resultando un estímulo enriquecedor a nivel artístico y profesional.
En la exposición podemos ver escultura junto a otros objetos: vajilla, jarrones o joyería de porcelana. Todo se halla estrechamente vinculado por tener el mismo punto de partida, los líquenes. Esa ventajosa relación entre hongo y alga, siempre me ha fascinado, y con esta fuerza de atracción tan poderosa, pienso que de mis manos podrían seguir saliendo piezas inspiradas en esto mismo durante años.
Que lo que salga sea escultura o pulseras de porcelana, es lo de menos.
La escultura en relieve que se expone, reproduce simplificadamente la forma de los troncos o las ramas de los árboles, poniendo el acento en el elemento que abraza su superficie, los líquenes.
En la naturaleza, estas pequeñas agrupaciones de hojuelas, aparecen normalmente en las partes elevadas de la corteza de los árboles, ocupando una de sus caras; otras veces surgen en un recodo, como escondidas: depende de la orientación del tronco con respecto al sol, del grado de humedad o de la pureza del aire.
La obra que se muestra está salpicada de líquenes, y estas formas diminutas se ponen de relieve contrastando su vivo cromatismo con el color neutro o monocromo de su soporte.
Con la realización de estas piezas no se logra emular la belleza de la obra generada por la naturaleza, ni en la forma, ni en el color, ni en el tacto, pero al menos, lo conseguido nos recuerda las cualidades del otro, el liquen verdadero”.