BIENVENIDOS A BORNHOLM
Julieta Shelley López
Dinamarca, del 25 al 1 de mayo.
Escuela: Royal Danish Academy
Dirección: Bornholm, Stenbrudsvej 43, 3730 Nexø, Denmark.
Aterricé en Copenhague un sábado a las 14 horas, dejé la maleta en la habitación en la que iba a dormir y me fui rápidamente a recorrer sus calles. Al día siguiente me iba a Bornholm y quería aprovechar al máximo la ciudad antes de irme.
Estuve paseando unas cuatro horas, sin parar. Visité las zonas más emblemáticas de la ciudad y también sus rincones más desconocidos. Sus canales, parques y esquinas, sus tiendas y museos. Copenhague es una ciudad preciosa en la que crecen plantas por todas partes, entre los baldosines y sobre las fachadas. Una ciudad llena de cerámica, de diseño, de panaderías deliciosas, carriles bici, tiendas de segunda mano y floristerías. Realmente, es una ciudad pequeña pero encantadora. A veinte minutos caminando desde la plaza más céntrica de todo Copenhague, llegas a zonas tan verdes y salvajes que te transportan al bosque de un pequeño pueblo danés.
Al día siguiente, por la mañana, cogí un avión a Bornholm, una pequeña isla del Báltico -nombrada Región Mundial de Artesanía en el año 2017-. Un avión pequeño, un viaje corto, llegamos a un aeropuerto diminuto y poco acostumbrado al turismo internacional. No tenía puesto de información, ni horarios de autobuses para llegar a Rønne, pueblo cercano al aeropuerto en el que debía de coger otro autobús para llegar a Nexø, donde se encontraba mi destino final, la Royal Danish Academy. Tras varias horas de espera en la salida del aeropuerto, vi acercarse un autobús, qué alivio.
En el trayecto en autobús ya pude ver la preciosidad de isla en la que me encontraba. Con un paisaje tan cambiante, con bosques, montañas y playas, todo verde; íbamos pasando de pueblo en pueblo y todos ellos con sus pequeñas casitas con jardines floreados; que bucólico, no lo esperaba. Estaba deseando bajar del autobús para pasear y descubrir sus rincones. Y así lo hice, en cuanto dejé la maleta -otra vez-, me fui a pasear -otra vez-.
Al día siguiente fui a visitar la Royal Danish Academy, el paraíso de los ceramistas. Una pequeña escuela internacional dedicada al vidrio y la cerámica, situada a las afueras de Nexø, rodeada de un precioso jardín. Cuenta con algo menos de 200 estudiantes de todo el mundo. Estos estudiantes deben pasar por cuatro procesos selectivos para entrar; una prueba escrita, otra creativa, la presentación de un proyecto y, por último, una entrevista personal, además de tener un nivel mínimo de inglés, ya que los estudios se imparten en esta lengua.
En la escuela se ofrecen dos ciclos (vidrio y cerámica) de tres años cada uno. Están muy enfocados al diseño, la intencionalidad, el buen hacer, la concienciación, la innovación y la investigación. El alumnado cuenta con unas clases teóricas en las que no solo se habla del material, sino del diseño. El por qué de las piezas que van a producir, si realmente merece la pena traerlas al mundo. Hacen una importante labor de concienciación en la que enseñan a sus estudiantes que la cerámica es muy contaminante, que una vez cocida la arcilla, perdura miles de años en nuestro mundo, lo cual es maravilloso y a la vez conlleva una gran responsabilidad. Los alumnos son plenamente conscientes de esto antes de pasar a la zona de talleres. Deben realizar una labor de ideación sin la cual no pueden empezar a producir.
Dan mucho valor a la innovación, a investigar nuevas formas de trabajar la cerámica. El contexto actual de los ceramistas no tiene nada que ver con su contexto histórico, en la escuela son muy conscientes de esto y empujan a los estudiantes a ser creativos, a jugar, a pensar. Incluso el profesorado de la escuela realiza investigaciones propias que luego comparten con sus alumnos, como Nina Stener que está investigando para desarrollar una pasta cerámica empleando polvo de piezas ya cocidas -y defectuosas-.
La zona de talleres cuenta con distintas salas. Una sala de almacenaje y reciclado de arcillas, otra sala de esmaltado dotada de todas las materias primas necesarias, muestrarios, balanzas y cabinas de esmaltado. Un taller de escayola para fabricar moldes. El taller de producción en el que cuentan con maquinaria como laminadoras, tornos y hornos (eléctricos y de gas). En este espacio cada estudiante cuenta con su mesa y estanterías de trabajo personales.
Los estudiantes de los tres cursos escolares conviven en el mismo espacio, lo que resulta muy enriquecedor para todos. La escuela también ofrece becas artísticas y los artistas seleccionados también trabajan en este espacio, permitiendo a los estudiantes aprender de su trabajo y proceso. Además, cuentan con una sala de investigación tecnológica, dotada de varias impresoras 3D y una cortadora láser. Cuentan también con un taller de carpintería en el que el alumnado puede fabricar herramientas, cajas para el transporte de sus piezas y cualquier artefacto que necesiten. En los jardines cuentan con tres hornos de leña que pueden usar durante todo el curso. Cada alumno tiene llaves de la escuela para poder acceder a ella las 24 horas del día. Cuentan también con una zona de descanso en la que tienen sofás, cocina y un comedor para poder reunirse.
Pasé varios días visitando la escuela, asistiendo a sus clases, hablando con los estudiantes y paseando por sus talleres. ¡Me hubiese quedado años!. Los estudiantes, la mayoría mujeres, están sumamente comprometidas con la cerámica y sus estudios, pero no solo con la cerámica, si no con la artesanía, la naturaleza y el arte. En las clases teóricas, todas sacaban sus agujas de tejer, no podían parar de trabajar con sus manos. En sus ratos libres, se iban a pasear por la exuberante naturaleza de la isla a buscar inspiración, texturas, colores, arcillas. Era conmovedor verlas tan comprometidas con el mundo y la estética.
Realmente la ubicación de la escuela favorece esta visión. Una isla tan cuidada, con una naturaleza tan salvaje, con una tradición cerámica tan rica. Sus pueblos están repletos de talleres artesanos, de vidrio y cerámica sobre todo. En Rønne se puede visitar la Hjorths Fabrik, fábrica y museo donde trabajan varios artesanos ceramistas que producen piezas para toda Dinamarca.
En Dinamarca se valora -y protege- enormemente el bienestar de los ciudadanos. El sistema de impuestos permite poder pagar a los estudiantes una cuantía mensual para poder centrarse plenamente en sus estudios. En Bornholm la mayoría de comercios abren de jueves a domingo, también los talleres. Pese a ello, tuve la oportunidad de visitar el taller de Christina Schou Christensen, ceramista de Nexø y antigua profesora de la Royal Danish Academy. Actualmente Christina está desarrollando un trabajo de investigación de esmaltes muy interesante. Realiza esmaltes reciclando piezas ya cocidas que no pueden ser utilizadas o vendidas. Las machaca con una trituradora de mandíbulas y con el polvo obtenido, realiza nuevos esmaltes.
En mi último día, en el autobús de vuelta al aeropuerto me sentí apenada por dejar tan pronto la isla. Me hubiese encantado pasar semanas recorriendo sus pueblos, talleres, bosques y playas. Por suerte, me quedaba un último día en Copenhague antes de volver a Madrid que, por supuesto, pasé paseando y descubriendo aquellos lugares que no había podido ver el primer día, cerrando así un viaje maravilloso que el programa Erasmus+ me dió la oportunidad de disfrutar.